martes, 14 de mayo de 2013

UNA BODA COREANA: Y YO QUÉ SÉ.




Así que no, no voy a hacerlo. 

¡Al lío!


He asistido a una boda coreana. ¿Cómo os quedáis? ¿Pasmaos? No me extraña, es para pasmarse. Pero es que mi flor en el culo es así, me consigue estas oportunidades para que yo luego venga y lo cuente. A mí el destino me da una palmadita en la espalda y le oigo decir “y ahora vas y lo cascas”. A sus órdenes.

Como muchos ya sabéis, me ha costado ponerme a escribir sobre mi gran boda coreana porque me siento un poquito culpable. A mí no me gustaría que alguien hubiera venido a mi boda sólo pensando en lo divertido que iba a ser contarlo, pero qué queréis que os diga, ES LO QUE HAY. No puedo evitarlo. Si el destino no lo hubiera querido no hubiera puesto esto en mis manos:

LA INVITACIÓN

Creo que he dejado pasar un tiempo prudencial desde la boda. Igual el novio ni se acuerda de que se casó ni mucho menos de que invitó a una rubia mala; y si por alguna casualidad, que la verdad no imagino, llegara a aprender castellano, descubrir este blog y leerme, espero estar ya lo suficientemente lejos de él. 

Porque el que me invitó fue el novio, un compañero de trabajo. Flipé bastante cuando me dio la invitación porque es de los que me habla aunque tampoco mucho y siempre me da la sensación de que le saco de sus casillas; así que cuando me la dió pensé que parecía que no, pero que al final me estaba haciendo con esta gente. Que me había costando y sin embargo estaba consiguiendo hacerme un hueco en sus corazoncitos. Me vine abajo cuando vi que terminaba invitando a todo bicho viviente en la oficina; íbamos todos menos las plantas. 

Hice mis cálculos (basados en mi vasta experiencia en organización de bodas): si sólo por parte del novio estaba invitada toda la oficina, contando con que tuviera un par de amigos, unos cuantos tíos y primos y un par de compromisos, y suponiendo que la novia no fuera una seta y también tuviera unos cuantos invitados, a mí la ecuación me salía a bodorrio de 476,22 personas. Bien. Cuantos más mejor, como para casi todo.

¿Y,  O DIOS MÍO, qué se pone una para una boda coreana? Cuando se lo pregunté a mi coreana de cabecera, de la que ya os he hablado, me dijo que algo negro iba bien. ¿Vestido negro y pintauñas con purpurina? ESO ESTÁ HECHO, GUAPA. 

Cuando vió lo excitada que estaba con la idea de ir a una boda intentó advertirme que no era nada fuera de lo común, que de hecho eran bastante frías y que no era lo que se llamaba una "fiesta". Hice oídos sordos. Mi cerebro llevaba su propio ritmo: que esto es Corea, que aquí si quieres puedes salir a diario a ponerte como un trul a base de soju y a cantar en el karaoke hasta la hora que quieras porque abren las 24 horas. ¿QUÉ NO VA A PASAR EN UNA BODA? 

Así que ahí estaba yo el día B -de boda-, con mi pelo todavía liso, con un vestido negro ideal, purpurina en las uñas y unas medias que, no os lo vais a creer, me hacían las piernas más blancas de lo que ya las tengo; en fin, superapropiada y lista para darlo todo en el bodorrio de más de 476 personas. Lia pasó a buscarme con un capuccino helado de esos que ponen en las cafeterías superideales que hay en cada esquina de Corea, de las que os tengo que hablar, y que no hizo otra cosa que convencerme todavía más de que iba a ser una gran celebración, con tanto hielo en la tripa y cafeína en las venas mi cerebro se puso todavía más contento.

Con mi subidón llegamos al sitio donde se celebraba la boda, donde mi gozo empezó a bajar al pozo. No sé si esto pasa en otros países asiáticos pero en Corea, para las bodas que no son tradicionales ni religiosas, que son la mayoría, existen algo que llaman "wedding halls" (salones de boda): son básicamente edificios donde se pueden celebrar varias bodas a la vez. Qué digo varias, decenas, cientos de bodas a la vez. En estos salones de boda, edificios enormes de varias plantas,  se celebra tanto la ceremonia como el convite. Hay diferentes salas decoradas de forma, como veréis, exquisita, donce se celebran las ceremonias. A parte, hay una planta donde está el restaurante bufé (se escribe así, lo juro, preguntadselo a la RAE si no me creéis a mí) al que van a comer los invitados de todas las bodas del edificio y que sirve comida sin parar. Todo muy personal y muy romántico.  

Llegamos al Wedding Town de Wonju, capital de Asia, y después de buscar en una lista interminable de parejas de novios, descubrimos el número de sala para la ceremonia que nos tocaba. Las salas tienen una especie de hall donde te recibe el novio, rodeado de cosas maravillosas como estas:   


La foto no era de los novios de nuestra boda, sino unos novios estándar. ¡Que hay prisa, coño! ¡Que tienen que pasar los siguientes y no estamos para ir cambiado la foto cada vez!


Estos tampoco. ¿Estilo si o no? SI. 

Ahí entre las flores y las fotos de novios ajenos esperaba el novio que sí era el nuestro. Casi escondido el pobrecico, con una sonrisa forzada y vestido con un chaqué y unos GUANTES BLANCOS, listo para saludar a los más de 476 invitados. Sí, unos GUANTES BLANCOS. ¿Por qué se haría eso así mismo? Yo qué sé, ya son bastante complicados como para investigar lo de los guantes.   


El saludo al novio te hacía desembocar sin poder evitarlo en una mesa justo detrás de él. El novio era el señuelo, lo que importaba era la mesa y el libro gordo que tenía encima, y más importante todavía el tipo gordo que estaba detrás de la mesa y el libro. A ese tipo gordo le dabas tu nombre, en su caso el regalo en un sobre, y A CAMBIO te apuntaba en el libraco y te daba un vale de comida. Un bono para el bufé. Un tíquet para la manduca. Por si no os ha quedado claro, te daba una papeleta, un boleto, un pase, un cupón PARA PODER ENTRAR EN EL RESTAURANTE. 



Lo sé mi uña es maravillosa pero la foto da pena. Ya perdonaréis. Se entiende la palabra "coupon", que es lo importante. 

¡PUTOS GENIOS! ¡EL GORRONEO ES IMPOSIBLE!

Nos sentamos en un banco del hall a esperar a que empezara la ceremonia y a que llegaran el resto de los tropotocientos invitados. Pero resulta que en Corea dar invitaciones para tu boda es como repartir caramelos en el cole por tu cumple, una cosa que tienes que hacer a lo loco, sin filtro alguno, como si no hubiera un mañana para no quedar mal. No sé si no queda mal es la razón, pero es evidente que a la boda va el que le apetece, no tienes ni que dar una excusa para no ir. No te presentas y punto. De los 476 y pico estimados, por la mesa del gordo pasamos menos de 150 y de esos, menos de la mitad entramos en la ceremonia. La mayoría de la gente saludaba al novio, daba el regalo, pillaban el vale/tíquet/cupón para la comida, y hasta luego Lucas que me bajo al bufé. 

Evidentemente, SE PERDIERON LO MEJOR. 


A estas alturas, igual os preguntáis dónde estaba la novia. Estáis en todo, sois la leche. Pues la novia estaba en una habitación contigua al hall donde esperaba el novio y también contigua a la sala de la ceremonia. No tengo fotos pero estaba sentada en un butacón dorado maravillorrorso, encima de una plataforma, en una habitación decorada con todo el gusto y la purpurina y cristales tipo Swarovski y lazos blancos que pudieron acaparar en Wonju. Estaba toda sola ella, y la gente entraba a saludarla. Más que a saludarla entraban a contemplarla o a lanzarle trozos de pan como a un Copito de Nieve en el Wedding Zoo de Wonju. 

También es verdad que esa sala contigua consigue este efecto sin precio en la entrada de los novios. El vídeo dura un minuto aunque lo mejor está al final; tened paciencia que la entrada parece que no llega pero sí y mientras tanto, NO DEJÉIS DE DISFRUTAR CON LA BANDA SONORA (perdonad la calidad del video, como realizadora no tengo precio): 




Es una cosa que intenta ser solemne pero que no lo consigue. Yo no sé qué pensar.  

Y este es el salón. Tampoco sé cómo describirlo. Recuerdo que me daba la sensación de estar en un desfile de moda y, a la vez, dentro de un pastel de nata muy empalagoso. Era todo muy bien y a la vez muy mal. 




En la especie de altar había un señor, una especie de maestro de ceremonias, que según  me explicó Lia no era nadie en especial y que además hablaba raro. Yo no lo noté, para mí todos hablan bastante raro. 

La ceremonia fue muy sencilla: hubo un rato en el que el señor que no era nadie habló, después hablaron los novios, y después, se entendía que ya como marido y mujer, bajaron a saludar con unas cuantas genuflexiones a los señores en los sillones orejeros, que no eran vampiros sino los padres de los contrayentes. 

Para terminar, un momentazo CORTO PERO INTENSO y cuidado que va con susto al final: 


Una vez terminada la ceremonia, los novios y sus familias se quedaron en la sala para hacerse unas fotos preciosas y ya no los vimos más. Y el resto nos bajamos al bufé. 

¿Y qué había en el bufé? Pues, algo de comida: 

La comida, mi segunda más mejor amiga en Corea.

Un poco de desolación: 

Mesas corridas. Podías coincidir con gente de tu boda o no.

Tristeza: 

Un poquito de por favor...

Y, bueno, esto: 

Para los muy fijos, este es el baño, el de señoras.
En su favor diré que es más higiénico que uno de los nuestros,
o eso dicen.  
Eso fue todo, amigos. Nada de fiesta, nada de celebración, ni un "vivan los novios", ni un abrazo, ni la tía Pili llorando de emoción, ni la nueva novia del primo pequeño con un escote demasiado pronunciado, ni el pesado de Carlitos molestando a todo el mundo, NI UNA SOLA BOTELLA DE VINO...

Resumen: yo qué sé.